dimarts, 26 de gener del 2016

VISITA DEL RAMON BERENGUER IV A LA EXPOSICIÓN DE SOFIA HÚLTEN



 
   Se abren los sentidos a estas propuestas del Espai 13. Es la primera vez que los alumnos suben a la Fundació, y se encuentran con lo que se encuentran en los sótanos. Menos mal que para transitar por este Hades del arte joven en Barcelona, contamos con guías con los que surcar las tenebrosas aguas. Ante la propuesta de Sofia Húlten, se hicieron necesarias las explicaciones, las preguntas y las respuestas. No, en realidad, por lo que unas y otras contienen, sino sobre todo por la necesidad de avanzar en el discurso del Arte Contemporáneo, de permanecer en corro allí sentados, seguramente ante lo inexplicable, lo raro o lo nuevo, lo banal o lo muy profundo que alguno tal vez encontró.
   Quan les línies són temps… ¿qué es ese vídeo? ¿Qué esa carretilla? ¿Qué esos recipientes de plástico?
  
  He aquí la respuesta de Ana Hoyos, una alumna que libre y voluntariamente nos entregó esto:  


Blanco, blanco y más blanco. Bicicletas desmontadas, una persiana, carretillas, dos videos y mucho, mucho ruido. Llegó un momento de la visita donde el ruido de fondo no salía de mi cabeza; cada vez me costaba más escuchar a la gente. No podía apartar la vista del video. Camina y camina, para, se cambia de zapatos, camina y camina, para, se cambia de zapatos y así todo el rato, sin parar. Un ciclo sin fin. Las preguntas vuelan de un lado a otro, la incertidumbre aumenta por momentos y yo me siento más perdida que nunca entre cuatro paredes blancas. Busco algo en la sala, algo que me haga entender la obra, porque quiero, deseo encontrarle algún sentido, me gustaría ir más allá pero me siento bloqueada. ¿Será por culpa de ese maldito sonido de fondo? ¿Acaso tanto blanco no es bueno? Siento como poco a poco se me duermen las piernas, el frío llega a mis manos y por fin me pregunto: ¿acaso tiene que tener sentido? ¿No puedo simplemente ver una persiana, carretillas o dos simples videos? ¿Por qué buscarle los tres pies al gato? Me siento presionada. Y lo digo en voz baja. Me siento presionada. Nadie me escucha pero no es la última vez que hablo. Me siento presionada digo otra vez, me siento agobiada y enfadada, porque el tiempo corre, porque nadie sabe nada y el ruido de la calle no cesa. Tengo las manos frías pero un sudor me recorre por la espalda. Miro a mis compañeros, miro a todas partes menos a la proyección de la pared. Porque esa mujer caminando solo me provoca dolor de cabeza y no sé qué hora es, pero para mí el mundo se ha parado, o al menos el mío. Me siento estancada y solo quiero que el video avance, que me sorprenda y después de ver la misma escena cientos de veces, por un momento cambie. Pero el tiempo no se ha parado, el mundo sigue dando vueltas y yo voy a seguir viendo la misma escena cientos de veces más. Así que rio, rio y rio. Y no puedo parar de reír. Y de la risa paso al llanto, y de un momento al otro sigo con las piernas dormidas, sigo con las manos frías, sigo con dolor de cabeza, con un video cíclico y la cara mojada por culpa de las lágrimas. Y los de mi alrededor se pensaban que reía de alegría, pero no, lloré de nervios porque salí del Espai 13 de la misma manera que entré, sin entender nada, salí sin respuestas y con pares de zapatos colgando en mi cabeza, dando vueltas de aquí para allá. Nunca en mi vida me había sentido tan tensa, tan vacía. Y no sé si está experiencia me ha cambiado para bien o para mal, pero tengo claro que algo dentro de mí cambió, algo se rompió y aunque no me gustó para nada las sensaciones que viví, al menos, las sentí intensamente.